Textos - Pensamientos - Reflexiones (actualizado)

En este sitio podrán encontrar textos varios que invitan a pensar, la idea es provocar literalmente un intercambio y quizás el comienzo de un dialogo... 






Uno (de 3)



El Dibujo, como estrategia de pensamiento
por Estela Pocztaljon



Muchos lo  recordamos cual si hubiese ocurrido ayer, otros conservan solo un vago recuerdo. Variantes.

Sin duda, no existe niño, ni siquiera aquel que fuimos, que no se suelte a dibujar sin maestro.
Después no tardan en llegar las interpretaciones, aquellas que no nos abandonan hasta hoy:

-          Que no sé dibujar… - que no tengo “buena” letra… - que me dá vergüenza…

Es necesario enfocar, no perder de vista que primero está el dibujo como forma natural de expresión, como modo intuitivo de conocer ese primer gran mundo que nos rodea, el que nos acompañará en todos los recorridos de la vida, el mundo de los afectos, el de la familia, la casa, el perro ,el gato, el auto, la pelota, la bandera, la flor, el árbol…y así podría seguir describiendo ese primer plano común a través del cual comenzamos a diseñar una estrategia, la de nuestra propia vida. Una vida en permanente construcción.

Curiosamente en la adultez, al dibujar, se busca soltar la línea como algo desconocido,  para convertirlo en la propia marca, buscando la característica del propio dibujo.
Abundan las descripciones a los efectos de iluminar este tramo,  pero tanta luz nos encandila logrando su invisibilidad; en su lugar aunque no en su defecto, consideremos el valor de la experimentación.

Soltar la línea como antaño, es ahora saltar la línea, es alcanzar un nuevo plano de conocimiento, otro más, que se visualiza directamente a diario en la vida, indirectamente en el ámbito de las relaciones más cercanas.

Es en la experiencia del dibujo que la línea se transforma en principio de reflexión.

Cuando digo soltar la línea siento como ese enunciado enhebra, cual si se tratase de un collar precioso, distintos aspectos de las personalidades y del tiempo:

Un aspecto actual, superficial, pero también uno pasado, profundo y futuro a la vez, del orden la intuición y la evocación…puro diseño…

El dibujo es pues una estrategia adivinatoria, que en sentido revelador, muestra y permite el desarrollo de capacidades.

Es  así como una línea dura y pareja puede resultar un buen sostén pero no permitirá el vuelo, no expresará otro modo que no sea del orden exclusivo del sentido, salvo que se la ponga a funcionar “en relación” con otros/diferentes elementos; así encontramos maravillosos ejemplos en las obras de Kollwitz, Klee, Hundertwasser y siguen…

Entonces sobreviene la pregunta, por cuál de todas es la línea que permite el desplazamiento?
Una clara manifestación del dibujo como campo de fuerzas es aquella que se halla muy cercana , en nosotros, junto a nosotros, en las palabras. Estamos habituados a tomarlas en su determinación de forma y significado a punto tal  que, en general, nos cuesta esfuerzo “perderles el respeto” poniéndolas a funcionar como campo de fuerzas.

Advenir la palabra como dibujo, esquema, boceto o diagrama, abre nuevos planos de pensamiento y acción.

Dibujar en tal sentido es dar rienda suelta a un impulso irrefrenable, que resulta imprescindible, novedoso, que emociona y relata; es seguir una pista de la memoria a fuerza de ser una  presencia, que encuentra su posibilidad de expresarse en el gesto.

 Así, valorar el gesto de nuestro dibujo es aceptar un camino que aparece y desaparece, deviniendo en recurso selectivo de la sensibilidad y de la memoria.




Dos (de 3)


Para el cierre de esta edición, Psyche habrá soplado ya 100 velitas y por ello en esta ocasión nos parece más que acertado detenernos un instante a contestar alguno de los interrogantes que seguramente a algún lector le acontece. Como por ejemplo ¿Qué hace en una revista de Psicoanálisis una sección dedicada a cuestiones del arte? …y nosotras, que más de una vez nos preguntamos desde dónde el arte contribuía a la vida y cómo hacer para “VIVIR EN ARTE”, como decía un maestro nuestro en la Universidad, hoy estamos aquí porque creemos firmemente que allí es donde radica una posible respuesta. Creamos porque creemos y sabemos que el arte no cura pero ayuda, y que un espacio de discusión y difusión ante todo y nada menos es UN ESPACIO y que, más allá de toda confianza depositada, es un lugar donde arraigar.
Psyche viene abriendo la grieta y allí es justamente donde nos encontramos con ellos.
Como artistas que somos siempre nos cuestionamos también por el lugar que debe ocupar el arte en la sociedad. Aunque aún no tenemos una respuesta acabada, somos capaces de advertir, que tanto el camino del psicoanálisis como el del arte, si bien no son los más allanados, por lo menos son de los más genuinos. Que aunque a veces en la praxis pareciera que ambas disciplinas son incompatibles, sabemos que en nosotras el arte ha sido también una herramienta que nos permite anidar, ligar, soldar, cortar y volver a tejer en el aire sueños siempre latentes y reflexiones a veces menos dolorosas por el simple hecho de compartirlas…
Es por todo ello, que para este número elegimos brindarles un artículo de Estela Pocztaljon, puesto que sus palabras de alguna manera amarran estos pensamientos y porque finalmente como dijo en alguna entrevista Annette Messager “Ser artista significa curar continuamente las propias heridas y, simultáneamente, abrirlas de nuevo en el mismo proceso”.
CastroMagno (Silvana Castro y Cecilia Magno)
“La experiencia del Arte como re-habilita-dor”
Estela Pocztaljon
Más allá y más acá de toda formulación, el arte ha sido portador histórico de la función de correr los límites. Lleva consigo o mejor dicho, arrastra, la posibilidad de disolver barreras establecidas ya que es una fuerza capaz de auto-afectarse. Los seres somos fuerzas que aumentan o disminuyen su potencia según las relaciones que seamos capaces de conseguir y mantener.
Por su capacidad transformadora ha sido convocado y por lo mismo denostado.
La experimentación en arte y rehabilitación confirma este pensamiento, convirtiendo en realidades la tarea de modificar el estado de cosas, el día a día anímico y biológico de los seres.
Las personas y el mundo que nos rodea somos afectadas por el arte de manera afirmativa. La fuerza que conlleva el color, las texturas y el plan que implica lograr una forma o inventar un concepto consiguen correr los propios límites.
Las personas se llenan de posibilidades nuevas, sus cuerpos y sus almas se ven acariciadas, contenidas y alegradas mediante esta nueva relación: arte-cuerpo-espíritu-arte; cuando las propias habilidades merman sobreviene un estado de shock, las personas se des-conocen, ya no son quienes eran y sus posibilidades no responden. Las medicinas y terapias diversas elaboran múltiples tácticas para abordar este problema, pero el arte, fuerza transformadora, realiza aportes sin los cuales vemos la vida dificultada y estancada.
La alegría es un estado recuperable, un estado posible que funciona como hilo transmisor que sostiene, orienta y potencia las propias capacidades.
Así, es posible ejercitar una mano que duele, una pierna afectada o una memoria que requiere re-conocer lo bueno para re-generarse, restaurar o tejer el vínculo con el mundo allí donde la depresión ha cercado una vida.
La fuerza enorme de distintos saberes al servicio de la recuperación, ciencia, arte y subjetividades hacen de la tarea institucional y personal algo capaz de inventar habilidades y de re-habilitar otras.
Una vez más, el arte, más allá y más acá de toda formulación desplegando la maravillosa tarea de correr los límites a favor de la vida.

http://psychenavegante.net/index.php?option=com_content&view=article&id=202%3Aique-hace-en-una-revista-de-psicoanalisis-una-seccion-dedicad


Tres  
 Ahuecar, una pura afirmación

Muchas veces trabajamos la importancia del concepto de ahuecar, por ser la forma  más directa y comprensible de decir, por ejemplo, que en un recipiente con capacidad de alojar 1 litro no caben 2 litros, por tal hay que desalojar lo que estorba y molesta para dar posibilidad a lo nuevo, aunque  así sea cambiar de problema, actividad saludable si las hay. 
Renovar un punto de vista es mucho más que eso, es una gimnasia que construye.

Si leyendo esta nota le sacamos por un rato "lo chino", si le ponemos por otro rato la valoración de la presentación y no de la representación, de lo experiencial, los vínculos, las composiciones y la relacionalidad, si conectamos con "la experiencia Freud" y no con la institución Psicoanálisis, si nos situamos dentro y no fuera... si, si, si y si... se vuelve, ahuecar, una pura afirmación

Ahuecar para que entre otra cosa...

Ahuecar es el trabajo del Arte

Compartimos la siguiente nota, de Francois Julien, por ser clara y pertinente respecto de nuestro concepto y nuestra práctica en  Arteterapia.

Estar disponible

La “atención flotante” que Freud prescribe a los psicoanalistas es –para el autor de este texto– manifestación de un valor que se llama disponibilidad y que “no se ha desarrollado porque alteraría demasiado el edificio occidental del dominio de sí”. En China, en cambio, “la disponibilidad está en el principio del comportamiento del Sabio”, ya que “la capacidad de conocimiento tiene como condición el vaciamiento de la mente: conocer no es hacerse una idea de algo, sino volverse disponible a algo”.
 Por François Jullien *

“Disponibilidad” es una noción que permanece subdesarrollada en el pensamiento europeo: se la refiere a los bienes, posesiones y funciones, pero casi no tiene consistencia del lado de la persona o del sujeto. A lo sumo, es un término del escritor André Gide: “Toda novedad debe encontrarnos siempre enteramente disponibles”. Dado que no pertenece al orden de la moral ni tampoco al de la psicología, no es prescriptiva (o, si lo es, no podríamos precisar de qué) ni tampoco explicativa, por lo tanto no puede pensarse ni como virtud ni como facultad, que son los dos grandes pilares sobre los cuales hemos erigido nuestra concepción de la persona en Europa. La noción de disponibilidad queda en el estadio de la vaga exhortación, o se vierte en el subjetivismo y su emoción fácil, el mismo que mancha también la frase gideana. En suma, no ha ingresado en una construcción efectiva de nuestra interioridad. La posibilidad de que, a partir de ella, se elabore una categoría completa, ética y cognitiva a la vez, nunca se desarrolló.
¿Por qué ese subdesarrollo? ¿No será que, para promover la disponibilidad como categoría a la vez ética y cognitiva, haría falta que saliéramos del viejo tándem de la moral y la psicología, de las virtudes y facultades, y modificáramos profundamente la concepción misma de nuestro ethos? (N. de la R.: Este término suele referirse al conjunto de rasgos y modos de comportamiento que conforman el carácter o la identidad de una persona o una comunidad.) Porque, discretamente, sin estridencias, deslizada incidentalmente entre nuestras frases, esa noción no deja de entablar una revolución. Socava el andamiaje en función del cual nos representamos: el sujeto pasa a concebirse ya no como pleno, sino como hueco. Para el sujeto se trata, nada menos, que de renunciar a su iniciativa de “sujeto”: un sujeto que presume y proyecta, elige, decide, se fija fines y se procura los medios. Si renuncia momentáneamente a ese poder de dominio, a lo cual lo invita la disponibilidad, entonces teme que la iniciativa de la que se vale no tenga límites y se vuelva intempestiva; que le cierre el paso a la “oportunidad”, lo bloquee en una conversación estéril consigo mismo y ya no lo deje acceder a nada. Pero, ¿acceder a qué? Justamente, no sabe “a qué”. Si el sujeto renuncia a su propia herencia, si desconfía de su propiedad, es porque presiente que el privilegio que se confiere a sí mismo, atándolo a sí mismo, lo encierra dentro de límites que ni siquiera puede sospechar.
Que es preciso abstenerse de privilegiar nada, presumir o proyectar nada; que por lo tanto es preciso mantener en pie de igualdad todo lo que se escucha para no dejar pasar el menor indicio que pondría sobre la pista, por más incongruente (inesperado) que parezca; que por consiguiente es preciso mantener la atención difusa y no focalizada, es decir, no regida por alguna intencionalidad, éste constituye el primer consejo que Freud le dirige al psicoanalistas (“Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico”, 1912). En el fondo, es el único que hay que observar. Porque todos los demás, de cerca o de lejos, conducen a él. La noción de “disponibilidad” no aparece allí, pero me parece que la reflexión de Freud gira alrededor de ella, e incluso diría que es aquello que aporta como su verdad.
Freud llega a ese punto por un interés estratégico, puesto que se trata de abrir una primera brecha en el sistema de defensa del paciente. No obstante, esa concepción de una captación que se realiza por desprendimiento alteraría demasiado todo el edificio occidental del dominio de sí como para ser abordada por él más explícitamente. Y Freud se interna en ese camino con extrema prudencia, en puntas de pie. Expone una fórmula que retomará varias veces: “atención flotante” o, traduzcamos del alemán con más precisión, “sobrevolando en igual suspenso”. La fórmula es paradójica: “atención” pero “flotante”: la mente se dirige hacia, se tiende hacia, pero sin nada en particular a lo cual estaría atenta. Se concentra (atención), pero sobre todo a la vez (dispersión). Que Freud no pueda expresar sino en una fórmula que roza la contradicción la primera regla práctica del psicoanalista ya deja ver bastante bien hasta qué punto ésta socava nuestro credo teórico, que realza las facultades (del conocimiento) y su capacidad de “control”.
¿Qué sería una atención que, sin embargo, se abstiene a su vez de concentrarse? O bien, ¿qué es una atención, pero que no se deja conducir por su intencionalidad? Al mismo tiempo que está atenta, desconfía del objeto de su atención. Porque desconfía sobre todo de aquello que, en lo que dice el analizante, le interesaría de entrada y la acapararía y, por ello, la haría pasar de largo; desconfía de aquello que le hablaría al oído al psicoanalista (en el sentido familiar, interesado, de “eso me suena”) y le impediría conservar el oído abierto, vigilante, y escuchar efectivamente.
Ya que resulta evidente que, al promover la figura autónoma del sujeto y su estructuración interior pensada a partir de sus facultades, el pensamiento occidental ha obstaculizado una capacidad de apertura semejante –salvo por un tratamiento reactivo y compensatorio en un plano místico–, ¿no es ya tiempo de buscar otras perspectivas? Pero la noción de disponibilidad sólo puede ser pensada como una manera de operar. Ars operandi: ya no separar lo ético y lo teórico de lo estratégico o, como sucede en el pensamiento chino, no separar la sabiduría de la eficacia. Es que, en China, la disponibilidad resulta ser el fondo mismo del pensamiento.

Sabio sin yo

La disponibilidad está en el principio mismo del comportamiento del Sabio: es anterior a todas las virtudes. Aunque es un principio que no es principio: erigir la disponibilidad como principio la contradeciría, por la misma razón que la disponibilidad es una disposición sin disposición fija. En esto concuerdan, ya sea que la aborden desde una u otra perspectiva, todas las escuelas chinas desde la Antigüedad (lo que denomino un fondo de acuerdo del pensamiento). E incluso resumiría la enseñanza del pensamiento chino de la siguiente manera: es sabio quien sabe acceder a la disponibilidad; con eso basta. Por tal motivo, el pensamiento chino nos sorprende con su antidogmatismo (aunque lo compense el ritualismo).
Podemos empezar por aproximarnos negativamente a la disponibilidad, tal como en esta fórmula de las Analectas de Confucio (IX, 4): “Cuatro cosas que el maestro no tenía: ni idea, ni necesidad, ni posición, ni yo”. La evidencia china (digo “evidencia” porque no es algo cuestionado) es que tener una idea o, mejor dicho, exponer una idea, ya implica dejar a las otras en sombras; es privilegiar un aspecto de las cosas en detrimento de otros y caer por ello en la parcialidad. Porque toda idea expuesta es al mismo tiempo un prejuicio sobre las cosas, que impide considerarlas en su conjunto, en un mismo plano y con equidad. Se ha entrado en la preferencia y la prevención. En efecto, hay que leer la fórmula en su continuidad. Si exponemos una “idea”, se nos impone entonces una “necesidad” (un “hay que” proyectado sobre la conducta); a consecuencia de este “hay que” al cual obedecemos, resulta una posición fijada en la que la mente se estanca y ya no evoluciona; por último, de ese bloqueo en una “posición” adviene un “yo”: un yo fijo en su surco y que presenta un carácter. Ese “yo”, preso de su “posición”, ha perdido su disponibilidad. Pero la fórmula también hace un círculo: debido a que el comportamiento se fijó en un “yo”, ese yo expone una “idea”, etcétera.
En las Analectas de Confucio, abundan las fórmulas en ese sentido: el hombre de bien es “completo” (II, 14), es decir que no pierde de vista la globalidad, no deja que el campo de los posibles se restrinja por ningún lado. No “se empeña a favor ni en contra”, sino que “se inclina” hacia lo que llama la situación (IV, 10). O bien, dice Confucio acerca de sí mismo, “no hay nada que pueda o no pueda hacer” (XVIII, 8). Dicho de otro modo, el Sabio mantiene abiertas todas las posibilidades, sin excluir a priori ninguna, y se mantiene dentro de lo componible. Por tal razón, no posee un carácter y no se lo podría calificar: sus discípulos no saben qué decir de él (Analectas, VII, 18). O bien cuando se clasifica a los sabios en categorías –por un lado, los intransigentes, que se niegan a sacar siquiera un poco la mano por el bien del mundo, y por otro lado, los acomodaticios, dispuestos a cualquier compromiso para salvarlo–, ¿qué dirán de Confucio? ¿Es intransigente? ¿Es acomodaticio? ¿Dónde ubicarlo (qué “posición” atribuirle) en esa tipología? Mencio responderá que “la sabiduría es el momento”: tan intransigente como los más intransigentes cuando conviene; tan acomodaticio como los más acomodaticios, también cuando conviene. Ya no está ligado a una u otra postura, sólo el “momento” sirve de referencia. Porque la “sabiduría” no tiene un contenido que la oriente o la predisponga; o bien no tiene otro contenido que volverse disponible en ocasión del momento, renovándose incesantemente.
Vemos así que el “justo medio”, un tema tedioso como pocos y que creeríamos que se deriva de la sabiduría popular, sale al fin de su chatura. Adquiere un relieve inesperado. Ya no es banal, sino radical. Ya no consiste en quedarse en un ámbito endeble, miedoso, a medio camino entre los opuestos y temiendo el exceso (“ni tanto ni tan poco”, como dice el refrán); evitando prudentemente aventurarse tanto hacia un lado como hacia el otro y afirmar fuertemente su preferencia. “Mediocridad” que no es “dorada”, como escribió Horacio (Aurea mediocritas), sino opaca, gris. En cambio, el justo medio, para quien sabe pensarlo con rigor (Wang Fuzhi) es poder hacer tanto lo uno como lo otro, ser capaz tanto de un extremo como del otro. Tres años de luto por la muerte del padre, nos dicen, no es demasiado; aunque beber copas sin medida durante un banquete tampoco es demasiado –de ningún modo exagero–. El riesgo consiste más bien en estancarse en un lado y que se nos cierre la otra posibilidad. En oposición a ello, la disponibilidad consistirá en mantener el abanico completamente abierto –sin rigidez ni evasión– de manera de responder plenamente a cada solicitación que surge. Plenamente quiere decir: sin dejar de lado ni desatender nada, porque ningún carácter o sedimentación interior habrá de obstaculizar esa ductilidad.
El pensamiento chino supo percibir especialmente la diferencia que hay entre “estar en el medio” y “estar ligado al medio”. Por un lado están aquellos que no sacrificarían un pelo por el bien del mundo, y por el otro aquellos que están dispuestos a hacerse masacrar por su salvación: un “tercer hombre”, que está en el medio de esas posturas adversas, parece “más próximo” (Mencio). Pero “estar ligado a ese medio sin sopesar la diversidad de los casos es aferrar una sola posibilidad” y “dejar ir otras cien”; y por lo tanto es “arruinar el camino”. Desde el momento en que nos atenemos a una posición, se fija un “yo”, el comportamiento se estanca, algún imperativo o algún “hay que” se estabiliza y ya no estamos en armonía: la plenitud pierde su amplitud y ya no reaccionamos a la diversidad que se ofrece. Porque la disponibilidad, como disposición interior que se abre a la diversidad, va acompañada de la oportunidad: está disponible aquel que sabe –como también dijo Montaigne aunque sin convertirlo en disposición del conocimiento– “vivir en buen momento”.
Este pensamiento, como dije, no es privativo en China de una escuela particular, y la misma capacidad de conocimiento tiene como condición el vaciamiento de la mente: el “conocer” chino no es tanto hacerse una idea de algo cuanto volverse disponible a algo. Se produce una purgación interior, no por medio de la duda que elimina los prejuicios, sino mediante un abandono generalizado, que se efectúa no a nivel del intelecto sino del comportamiento. De allí surge el desprendimiento, que le da su amplitud al acceso. Hay que cuidarse de dejar que la mente se vuelva una mente “dada”, dice Zhuangzi. Una mente dada, rígida, constituida, cuya actividad entonces se paraliza y que se encierra dentro de su perspectiva, se vuelve sin saberlo un punto de vista. Porque la primera exigencia, ya sin proyectar una preferencia o una reticencia, es mantener todas las cosas “en pie de igualdad”. Es incluso porque sabe mantener todo en un pie de igualdad, como muestra pertinentemente Zhuangzi, y está en condiciones de remontarse al fondo indiferenciado, “del tao”, de donde brotan todas las diferencias, que el Sabio está en condiciones de acoger la menor diferencia en su oportunidad, sin reducirla ni dejarla pasar. El “yo”, que deja de ser un obstáculo (lo que significa “perder su yo”, wang wo), puede escuchar entonces todas las músicas del mundo, diversas como son, en su espontáneo ser “así”, a placer, acompañando su despliegue singular.

http://www.pagina12.com.ar/diario/psicologia/index-2013-04-24.html







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